La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas no fue una sorpresa para casi nadie.
Los generales y los almirantes sabían que la derrota era inevitable, pero tenían que demostrar que “sabían cumplir con su deber para con la Patria” o, al menos, que sabían hacer cumplir con ese deber a los soldados de las clases humildes, que no podían zafarse de la movilización con el pago de “la cuota”.
Los políticos lo sabían también, pero tenían que defender eso tan español “del honor”, residenciado tantas veces en nuestro país, como sabemos, en reductos difícilmente defendibles. Ya diría Unamu…