Mi tarjeta de presentación
Me gustaría empezar confesando un descubrimiento que intuí cuando comencé a hacer teatro y que nunca he formulado por escrito. Después de haber descubierto (y por este orden) que los Reyes Magos eran los padres, que los niños no venían de París, que la masturbación no provocaba la tuberculosis, que los comunistas no tenían cuernos ni olían a azufre y que Dios tal vez no existía, empecé a confiar, paradójicamente, en algo distinto: la ficción contada desde un escenario puede reflejar la realidad más profunda.
Primer Acto
Después de la caída del sindi…