Recuerdo que, de pequeña, discutía a menudo con un familiar, machista no de profesión pero sí de convicción. Para demostrarme la inferioridad femenina, uno de los argumentos que, con voz enfática y prepotente, me soltaba con frecuencia era éste: “¿Cuántas mujeres Miguel Ángel o Mozart se conocen en la historia de la humanidad?”. Yo contraargumentaba con un “¿y cuántos Miguel Ángel o Mozart ha habido entre los pobres o los esclavos?”, porque este razonamiento -el de la falta de formación- era el único que, entonces, a la edad de catorce o quince años, yo intuía.
No obstante, …