Los adultos, sobre todo los padres, están bien dispuestos, en general, para reaccionar frente a las muestras de dolor de los niños. Incluso personas que pueden parecernos hoscas y poco sensibles, se sienten enternecidas ante un niño que llora. Por su parte, el niño tiene una capacidad innata de emitir señales que indican claramente cuándo está sufriendo: el llanto, la mirada, la expresión de su cuerpo, su actitud… son señales que despiertan compasión y empatía, y que incitan a hacer algo para aliviar su sufrimiento.
La presencia de un niño tiene la capacidad de evocarnos de man…