A menudo pensamos que nuestro alumnado no aprende porque no está motivado. Sin embargo, con frecuencia las cosas son al revés: no está motivado porque no aprende bien, porque no saben cómo afrontar las actividades escolares, lo que les hace no sentirse competentes para ello, o porque no ven qué sentido puede tener dedicar esfuerzo a aprender los contenidos de los que después se les va a evaluar. Los dos hechos anteriores, no saber qué hacer y no saber qué valor puede tener aprender más allá de aprobar un examen, plantean a los profesores dos cuestiones específicas: cómo hacerles…