Durante los últimos veinticinco años hemos concebido, difundido o practicado las agrupaciones flexibles en centenares de escuelas de todo tipo: públicas y privadas, rurales y urbanas, de EGB, BUP y FP; de primaria y de secundaria; catalanas, vascas, aragonesas, andaluzas, madrileñas, cántabras, … Por esta vinculación tan directa, al reflexionar sobre ellas, aflora en mí un doble sentimiento: por una parte, de identificación y de un cierto “cariño”, y, por otra, de un criticismo constructivo cargado de rigor en su valoración, no exento de deseos de mejora.