El debate sobre la memoria histórica no tiene solución. Aboca a un enfrentamiento permanente que no conduce más que a reforzar los argumentos de quienes creen adecuado promulgar una ley que restituya a los olvidados durante el franquismo y de los que estiman que la transición ya cerró las heridas y no procede reabrir un tema que se consideraba saldado, y que permite, de nuevo, a los que lucharon hace más de sesenta años a poner sus respectivos muertos y héroes sobre la mesa. Las distintas posiciones políticas están marcadas con contundencia y pasión, y no hay manera de consensuar…
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