Para los niños, el mundo -y todo lo que hay en él- es algo nuevo, algo que provoca su asombro. La mayor parte de los adultos ve el mundo como algo muy normal.Precisamente en este punto los filósofos constituyen una notable excepción. Un filósofo nunca acaba de habituarse del todo al mundo. Para él, o ella, el mundo sigue siendo algo absurdo, incluso algo desconcertante y enigmático. Por lo tanto, los niños y los filósofos tienen en común una facultad básica. Se podría decir que un filósofo sigue siendo tan sensible como un niño durante toda la vida.(J. Gaarder, El mundo de Sof…
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