Un día nuestro chico nos dijo: “Para las fiestas de carnaval tengo que llevar un disfraz de diablo, para actuar con los compañeros”. El chico, encantado: ya era un diablillo sin disfraz.
Me quedé tranquilo: sabía que la madre o la abuela, que saben de aguja y dedal, lo solucionarían. Y cuando me pidieron que me pasara por la mercería y comprara unos broches y los accesorios, así como “un canutillo de hilo”, así lo hice, pero me encontré con una cola descomunal; parecía la víspera de Reyes. Busqué, pregunté…; no había. Fui a otro comercio… Cuando llegué a casa se me había …
