Era Navidad y la familia nos hacíamos regalos. Plantaron ante mi hijo una caja llena de piezas de madera de todas las medidas. Su padre y yo pensamos: “¿Y ahora qué vamos a hacer con todo eso?”.
Era un regalo bien raro porque ni siquiera llevaba instrucciones. Borja, que tenía cinco años, cogió una de las piezas de madera alargadas, se la miró y volvió a colocarla en su sitio, esperando a que le diéramos el siguiente obsequio. A sus cinco años no parecía demasiado interesado por esa caja tan grande y pesada.
Pasadas unas semanas, un día jugaba a cochecitos con su amigo Pau (Pau y …